La relación de Cely con la poesía nació en la niñez, cuando la curiosidad por los libros se convirtió en una constante en su vida. “Desde pequeña me inspiraban autores como Pablo Neruda y Gabriela Mistral. Ellos me despertaron el amor por la poesía”, recordó. Aquellos versos sembraron en ella la inquietud por escribir, y a los 11 años ya llenaba cuadernos con poemas propios, simples al inicio, pero cargados de emociones genuinas. 

Con el tiempo, ese hábito se transformó en pasión. Lo que comenzó como un ejercicio personal para ordenar pensamientos y sentimientos se volvió parte de su identidad. La poesía se convirtió en refugio, en un espacio íntimo para expresar lo que no siempre podía decir en voz alta. “La poesía me ha acompañado en diferentes etapas de mi vida y me ha ayudado a entender muchas cosas que de otra forma se me hacían difíciles”, confesó. 

Este proceso no fue solo artístico, sino también de autodescubrimiento. Cada poema le permitía conocerse mejor y darle forma a una sensibilidad que con los años se fortalecería hasta llevarla a escenarios mucho más grandes de los que había imaginado.